Enfrentar el cambio
Todos tenemos miedo del cambio. Paradójicamente, el ser humano tiene una capacidad casi infinita para el cambio, sólo que no estamos conscientes de eso.
Veamos por ejemplo, nuestras manos: Pueden servir de cuchara, tenedor y cuchillo, podemos pelear, acariciar, cavar, escalar… ¡hasta caminar con las manos si es necesario! Nuestro sistema digestivo puede aprovechar lo mismo la carne que las verduras, frutas, hongos, tubérculos… es una capacidad que ningún animal tiene. Trate usted de cambiarle de concentrado al perro y ya lo verá con problemas intestinales y mal aliento al día siguiente.
Y eso, sin contar nuestro cerebro. Somos capaces de entender por igual las matemáticas que la música y hasta encontrarle una relación a las dos cosas que aparentemente no tenían. Podemos imaginarnos viajes espaciales, animales que hablan y mundos fantásticos con una facilidad asombrosa.
Si tenemos toda esa capacidad, ¿cómo podemos afrontar el cambio cuando nos aparece? (A propósito no quiero discutir el por qué, porque es un tema confuso y profundo. Me enfoco en el cómo superar el problema).
Mi técnica se reduce a aceptar cada día como un nuevo reto, no tengo agenda, no planifico casi nada. Parece difícil, pero imagínese que va usted a ver una película y lleva planeado a qué hora se va a reír, a qué hora va llorar y en qué momento se va a salir del cine porque no le gustó la película. ¿Suena ridículo, no? Tenemos la mala costumbre de querer vivir nuestra vida de esa misma manera. Cuando éramos adolescentes planeábamos como hablarle a una chica: “Yo le voy a decir que me gusta, ella me va a decir que le gusto, vamos a hablar de su pelo, ella me va a preguntar del colegio…”. Al final nada salía como lo teníamos pensado y terminábamos solos y deprimidos. Si por el contrario, enfrentamos la vida como un reto constante, sólo tenemos que pensar: “¿Qué necesito para ir al cine? Dos horas de tiempo y el precio de la entrada”. Nada más. Lo peor que puede pasar es que pierda el dinero y las dos horas pero eso de todas maneras ya estaba previsto. A lo mejor hasta la paso bien. Quizás me sobra para poporopos y la paso mejor. Y si no, no importa. Voy y disfruto la película.
Ante los retos diarios, sea trabajo, educación, cocina… todo se reduce a lo mismo: ¿Qué necesito? ¿Qué tengo? Vamos adelante. ¿De qué me sirve preocuparme por el siguiente día, si todavía no ha llegado?
Hoy día nos enfrentamos a cambios tan constantes que pretender predecir el futuro es tan difícil que es mejor no intentarlo. Un Hombre muy sabio dijo un día “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. Miren qué belleza de frase: “El pan”. No estoy pidiendo el carro, la casa, el colegio, la tele. Es lo básico: Mientras tenga para comer HOY puedo vivir eternamente. “Nuestro”. No es el pan de los pobres ni el de los ricos. No es el pan de los niños en África. Es el nuestro, el mío y el de mis hijos. ¿Un poco egoísta para el que nos mandó “amar al prójimo”? No. Porque si no me cuido yo, si no como yo, mal voy a poder ayudar a alguien más. “Déjame que coma yo y mi hijo y después moriremos”, le dijo la viuda de Sarepta a Elías. Y Elías (egoísta él) le dijo “dame el pan a mí y no te faltará pan el resto de la vida”. “De cada día”. Le preguntaron a Pepito por qué pedíamos por el pan de cada día y muy sabiamente contestó “para tener siempre pan fresco”. ¿Para qué queremos pan viejo? Hoy es lo importante, hoy tenemos este reto, hoy es diferente de ayer y diferente de mañana. “Cada día tiene su afán”, dijo Coelet. “Un hombre acumuló riquezas y se echó a descansar”, dice otra parábola “pero no sabía que al otro día iba a morir”.
Ok, entiendo que no todos mis lectores son religiosos, pero veamos la auténtica sabiduría de tomar cada día como viene: Se trabaja mejor, se duerme mejor. Hoy este es mi reto, mañana ya veremos. La preocupación es inútil, hay que ocuparse, no preocuparse.
¿Y qué pasa con el miedo? Tonto sería el que no le diera miedo sumergirse en el mar. Sería un necio el que dijera “mañana subo el Everest sin oxígeno”. El miedo no es malo, el miedo nos prepara, todo está en que no nos paralice. ¿Puedo subir el Everest hoy? No. ¿Para qué me preocupo? Pero con un poco de esfuerzo le puedo subir el Cerrito del Carmen, ¿le sirve eso? Bueno, eso puedo hacer hoy. Quién quita que para Noviembre pueda subir el Volcán de Agua, si usted me lo permite. Para el Everest, aquí está el teléfono de Jaime Viñals, a lo mejor él le ayuda. Pero para hoy, no se va a poder.
Enfrentar el cambio no es armarse de valor para cosas desconocidas. Es usar los recursos que ya tenemos para enfrentar a lo que va viniendo. Si podemos sobrevivir un día más, podremos sobrevivir eternamente, aquí o en Marte.