Yo no vendo, a mí me compran

Foto de Jopwell

Uno de mis mayores defectos profesionales es que soy absolutamente incapaz de vender la última Coca Cola del desierto. A veces en mis peores pesadillas me he imaginado que me regalan una bodega repleta de productos con la única condición de que los venda y me quede con el dinero y mi única opción es sentarme en la banqueta a llorar. Simplemente no puedo.

Sin embargo, cada mes mi “departamento”, que está formado por mí, su servidor y este que les escribe; genera ventas considerables. No digo cifras, pero son grandes. Y no tengo vendedores asignados. ¿Cómo es eso posible?

Aparte de la bendita Gracia de Dios, a la que le atribuyo seguir con vida, el “truco” es que yo no vendo, a mí me compran. Tengo la bendición de que mis servicios son hechos a la medida, por lo tanto cuando alguien finalmente cae en mis garras es porque NECESITA lo que yo vendo, no soy tan bobo para montarlo y le puedo dar un servicio adecuado a un precio 10% más barato de lo que conseguiría en otro lugar.

Digamos que esa es la razón por la que jamás he desarrollado la más mínima habilidad de vendedor. No la necesito. No existe peor vendedor en el mundo que yo, y a pesar de eso me siguen comprando. Y así será mientras Santo Domingo Savio y San Bernardino de Siena sigan protegiéndome.

Ahora me voy a pasar de listo (haters, por favor dejen de leer) y voy a suponer que mi experiencia le puede servir a alguien. Usted que es un buen vendedor, ¿podría usar mi técnica? Quiero creer que sí.

Imagínese que es usted vendedor en una tienda de electrodomésticos. Su trabajo no se parece en nada al mío, excepto en una pequeña cosita: Cuando una persona cruza su puerta, anda tan necesitado de lo que usted vende como cuando un cliente mío se acerca a la mía. Quizás más. Ahora imagínese que la desgracia tocó a su mansión y es usted tan inútil para vender como yo. ¿Qué haría yo? Después de secarme las lágrimas, esperaría a que la persona me dijera qué quiere. Y si lo tengo, haría todo lo posible por no estorbar en el camino entre su billetera y mi caja registradora. La verdad es que más no puedo hacer.

¿Demasiado simple? No se imagina la cantidad de excelentes vendedores que conozco que hacen todo lo contrario. “Quiero una refri” “Fíjese que tengo una estufa buenísima”. “Le dije que quiero una refri” “Fíjese que tengo regalos con su compra”. “No, solo quiero una refri”. “Fíjese que la próxima semana tengo teles en oferta”. “Ok, vengo la próxima semana, pero ¿no tendrá alguna refri?”.

El problema, creo yo, es que los buenos vendedores están muy bien entrenados para dar la milla extra, hacer el esfuerzo adicional. Y se les olvida dar el esfuerzo inicial, que es no estorbar. Como yo no sé vender, nunca he aprendido a estorbar. ¿Será ese mi secreto? ¿Vendería más si fuera un “buen” vendedor?

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