Tienes que aprender a ignorar los anuncios

Foto de Kindel Media

Empecé a ponerle atención a la publicidad cuando era muy pequeño. Quizás tendría 5 años o menos (aprendí a leer a los 3) y tenía por costumbre hojear el periódico que mi padre compraba religiosamente todos los días.

Muy pronto me di cuenta que las noticias del periódico siempre eran malas y sombrías, hablaban de muertos y heridos y de cosas aburridas que no me interesaban.

En cambio, los anuncios eran bonitos, hablaban de cosas agradables y novedosas. Aparte de las historietas del domingo, que tenían ademas dibujos y color, lo mejor del periódico de todos los días eran los anuncios.

Por dos terceras partes de mi vida siguió siendo así. Los anuncios eran nuestra ventana al mundo, a las cosas nuevas, a las buenas noticias. Ver aparecer el primer Santa Claus en el periódico era indicio innegable de la época más linda del año (para ser honesto, las vacaciones) y cuando en la televisión estrenaban un anuncio era un acontecimiento que merecía voltearlo a ver cuantas veces lo transmitieran.

Pero llegaron los algoritmos y todo cambió. Ahora los anuncios ya no traen novedades ni buenas noticias. Los anuncios sólo nos muestran las mismas cosas que ya vimos mil veces con la esperanza de que al verlos mil veces más finalmente haremos “clic” y le daremos “engagement” al “community manager” para que cobre su sueldo un mes más. Y en lugar de buenas noticias, solo nos dicen que la oferta está a punto de caducar, que si no compramos hoy nos perderemos de esto para siempre y que la chica del anuncio se piensa suicidar si no le damos corazoncito a su “reel”.

Hoy me enfrento a la necesidad (y quiero decir NECESIDAD, con mayúsculas) de enseñarle a mis hijos a ignorar los anuncios. Lo que en mi infancia era mi mayor alegría, ahora es un martirio las 24 horas al día de súplicas permanentes por “tocar dos veces la pantalla”, “dar tus datos para ganarte una olla de presión” y “comentar para ver la segunda parte”.

Tres de mis hijos nacieron bajo este régimen y ya saben que la publicidad está llena de mentiras y que solo hay que esperar a que pasen los cinco segundos para darle “skip” al anuncio sin ponerle atención a lo que venden. Pero el cuarto todavía es demasiado inocente y cree que de verdad la chica se va a terminar de desnudar si le das “like” a su foto.

A éste tengo que enseñarle que la publicidad es basura. Que no le haga caso, que la ignore, que la deseche y que no le crea. ¿Cómo puedes hacer eso con lo que te da de comer? ¿A qué hora lo que era una noble profesión se convirtió en un sumidero de heces?

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