Hay buses

Foto de Jakob Scholz

En línea con mi artículo anterior, quiero compartirles un momento definitivo de mi vida: el día que mi esposa dijo “hay buses”.

Nunca me cansaré de decir que mi señora es la persona más sabia que conozco. Es cierto que no tiene título universitario -ni yo tampoco-, pero supera a todos por la manera como enfrenta la vida y, una vez al año, se tira una frase de estas que lo deja a uno quieto por el resto de la vida.

Todo empezó cuando perdí mi empleo. Para ese momento llevaba ya 32 años trabajando ininterrumpidamente, por lo que estar desempleado era algo impensable para mí. El trabajo era -y sigue siendo- una parte definitiva de mi personalidad. Cuando los ahorros se agotaron, me vi en obligación de vender mi auto. En realidad, ni siquiera venderlo: entregarlo por no poder seguir pagándolo. Para ese momento había perdido hacía mucho el orgullo, la fe, la esperanza y todo lo que hasta ese entonces me había definido.

Prácticamente con lágrimas en los ojos, llamé a mi señora para contarle que nos habíamos quedado sin carro. A lo que ella contestó “¿Y qué? Hay buses”.

Aunque las cosas siguieron yendo muy mal por otros dos años y aún hoy todavía no van bien, creo que puedo marcar ese momento como el más alto de mi vida. “Hay buses” habla mucho más de la resiliencia que cien tratados de psicología. Habla más de marketing que todas las teorías desde Kotler. “Hay buses” significa que siempre podemos encontrar una solución a un problema que nos parece insoluble, significa que lo importante es seguir adelante a pesar de las pandemias, la competencia, las recesiones y los impuestos.

La próxima vez que te enfrentes al final de una era en tu empresa, deja de preguntarle a tus expertos que te recomiendan cerrar y pregúntale a mi esposa. Ella no te va a decir cosas en inglés que nadie entiende. Te va a decir “hay buses”.

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