Y dicen que las redes no enseñan nada

Foto de Yogendra Singh

Hace unos días me encontré en mi feed de Instagram a este chico que publica sus bailes en la red, igual que miles de otros como él.

Lo curioso de este fulanito que permanecerá anónimo porque su cuenta ya no existe es que decía “a mí no me importa quien vea mis historias, yo las subo para verme a mí. Estoy obsesionado conmigo mismo”

Y con eso resumió todo el sentido y la razón de ser de las redes sociales.

Erróneamente creemos que las redes sociales están allí para poner en contacto a la gente con la gente, pero en la mayoría de los casos están sólo para poner a la gente en contacto consigo mismas.

Ahora especulemos un poco.

¿Será que todos los males que le atribuímos a las redes sociales no son más que un reflejo de los males que ya llevábamos dentro?

¡A dónde vamos a parar!

Los críticos del modernismo llevan siglos diciendo que “antes la gente era más recatada”. Hace poco más de un siglo, las “mujeres indecentes” se atrevieron a enseñar el tobillo en público. Si mi abuela estuviera viva, se revolvería en su tumba al ver lo que las niñas publican ahora en TikTok.

Pero en el fondo, mi bisabuela no estaba enseñando el tobillo para que la gente lo viera, sino para verlo ella misma. Igual que el niño que inspiró este artículo.

Casi todos los websites, las autobiografías y los reels están allí como un espejo que nos dice si estamos bien peinados y si ya se nos reventó el granito. Ahora que podemos entrar en el baño de nuestro vecino, tenemos la oportunidad de ver cómo se rasura y el espectáculo no es necesariamente agradable.

Las redes sociales nos dan la oportunidad de ponernos un espejito en la punta del zapato para verle las bombachas a las señoritas. Y luego nos escandalizamos por eso. Pero los calzones de mi abuela siempre habían estado allí, ¿no? ¿A qué viene tanto escándalo?

En fin

Creo que no voy a ninguna parte con este artículo. Tampoco va para ninguna parte el que publica en su Face para verse a sí mismo, ni la que quema su sostén para declarar su libertad. Lo hacemos porque estamos obsesionados con nosotros mismos. Y no nos importa si nadie nos mira.

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