Todos vamos a llegar al cielo a la vez

Animas del Purgatorio, Antonio María Esquivel

Aquí está la teoría Brachistochrone by VSauce

Un brevísimo resumen: hay una curva que traza el camino más rápido (no el más corto) para llegar del punto A al punto B. Tiene la peculiaridad esa curva que no importa en qué punto se inicie, todos llegan al mismo tiempo.

Ahora viene la especulación teológica y la grandísima oportunidad de equivocarme. Pongamos unos supuestos: Dios nos ama. Dios quiere que todos nos salvemos. Eso es cierto, hasta allí ningún error.

“Si eso es cierto (lo es), Dios querría que llegáramos al cielo lo más rápido posible”. No sé si eso es cierto, pero el Señor le dijo al buen ladrón “hoy” estarás conmigo en el paraíso. No mañana, no el domingo. Hoy. ASAP. Urge. Tan urgente que por poco no da tiempo de enterrarlos (recordemos que el día judío termina al atardecer, no a la medianoche). Digamos que en el peor de los casos, el Señor se tardó tres horas en llevarse al ladrón a la Casa Celestial.

Ok, todo eso es especulación, que el Señor me perdone mis errores.

Pero, ¿qué pasa con todos los demás? ¿Acaso Dios nos quiere menos que a su compañero de Gólgota? Eso no es posible. El amor de Dios y su misericordia son infinitas, no puede ser que el ladrón del año 33 tenga privilegios que este tonto del siglo 21 no tenga.

¿Cómo puede Dios hacer que todos lleguemos al cielo lo más rápido posible? Si Dios creó la curva braquistócrona (sí, El la hizo), no es inconcebible que haya creado el camino más rápido para llegar al cielo de una manera similar. No una línea recta de millones de años volando por el espacio-tiempo de Einstein. Una curva braquistócrona moviéndose fuera del tiempo y el espacio lineales. No contradigo a nadie, porque sabemos que Dios está fuera del tiempo y el espacio y el mismo Einstein reconoce la curvatura del tiempo y el espacio.

Si esto es cierto (y voy caminando por hielo tan delgado que ya es agua caliente), es factible que el Día del Juicio estemos todos juntos a la vez frente al Justo Juez. Todos a la vez. Exactamente como se comporta la curva de nombre raro. Sin importar dónde empezamos, “los últimos serán los primeros”. En ninguna parte del Magisterio dice que habrán varios juicios finales, uno para el año 33 y otro para el 2021. Hay sólo uno, y allí será el llanto y el crujir de dientes.

Ya para terminarme de hundir en este pantano de ideas trasnochadas, diré que ese juicio ya pasó y todavía le falta. Ocurrió más o menos a la hora que estaban enterrando a Nuestro Señor, y ocurrirá como máximo tres horas después de nuestra muerte. Arrancando en el 2024, su servidor alcanzará a San Dimas en la puerta del cielo, aunque él nos lleve casi 2000 años de ventaja. Porque tanto él como yo, como tu, inexistente lector, vamos corriendo hacia allá lo más rápido posible. A la mayor velocidad que Dios ha establecido.

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