Justicia social

Foto de Lisa Fotios

Me estoy inventando un término, que debería llamase “ajusticiamiento social”, pero que he querido llamarle “justicia social”. Es algo que podría pegar. En todo caso, lo dije yo primero, como dijo Topo Gigio.

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Pues nada, todos conocemos cómo funciona esto. Un policía mata a un negro y sale libre. “A menos que” hayan imágenes del asesinato en las redes sociales. Acaba de ocurrir (Google: “George Floyd”) . Ciertamente no es esta la justicia social con la que soñaba León XIII, pero empieza a parecerse más que la que soñaba Fidel Castro.

Hasta ahora, los medios de comunicación estaban en manos de muy pocas personas. Eso sigue siendo igual, pero el contenido de esos medios de comunicación ahora está en manos de muchos. No hay jueces, pero una turba de dos mil millones de personas puede hacer bastante daño desde sus teclados.

¿Es justo? No le quiero rehuir al tema. No es legal, en eso sin duda estamos de acuerdo. Es un linchamiento y eso en ningún código está permitido. Pero si aceptamos justicia como dar a cada uno lo que corresponde empieza a ser bastante justo. Las redes sociales suelen desproporcionar bastante las cosas y quizás no hemos alcanzado el balance perfecto, pero nos estamos acercando. En la medida que logremos que mi voz tenga tanto peso como la de Donald Trump (Google: Trump-Twitter al 26 de mayo de 2020), nos acercaremos cada vez más a la justicia más equitativa que pueda existir.

¿Es válido llamarle “justicia social”? Sorprendentemente, sí lo es. La definición nos habla de los derechos y obligaciones de cada individuo dentro de una sociedad y si algo nos han dado las redes sociales es un pliego de derechos y obligaciones muy claro. Tampoco digo que sea perfecto, pero ¿qué tan perfectos son nuestros sistemas de justicia? Creo que Luigi Taparelli podría estar de acuerdo que los linchamientos sociales están poco a poco acercándonos a lo que él llamaba “igualar de hecho a todos los hombres en lo tocante a los derechos de humanidad”. De hecho, el asesinato de George Floyd no quedará impune. Esta vez.

Falta muchísimo para saltar del ajusticiamiento social a la doctrina social de la Iglesia, eso es indudable. La dignidad de la persona humana está muy lejos de ser el motor que impulsa a las redes sociales, pero, increíblemente, las bases están ya allí sentadas. Una página con 15,000 fans vale porque hay 15,000 almas detrás de ella sin importar si cada uno es un viejo apoltronado o una adolescente gritona. Valen por la persona. Creo que ni Zuckerberg vio venir esa.

Podríamos ahondar más sobre qué tan cerca estamos de la Rerum Novarum mientras retwitteamos puyas contra Donald Trump pero creo que voy a dejarle eso al juicio de la historia. Hoy me conformo con darle un nuevo significado a la expresión “justicia social”. Que tal vez sea el que siempre ha tenido.

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