This machine has no brain, use your own

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Acabo de encontrarme esto en un video de Adam Savage y me encantó. El rótulo está sobre su torno y justamente estaba explicando que cuando automatiza un proceso en el torno, el operador tiene que ser extra cuidadoso con lo que está haciendo, precisamente porque la máquina no piensa y puede causar una catástrofe.

Usualmente uno cree que cuando un proceso es automatizado uno deja de pensar: “Ya está, que la máquina lo haga”. Y aunque ya me dí cuenta que Adam Savage tiende a usar mucho su pensamiento lateral, lo correcto es lo contrario. Entre más automatizado es el proceso, con más cuidado debe vigilarse, porque la máquina no piensa, el que piensa es uno. Si dejamos a las máquinas decidir por su cuenta, tarde o temprano van a causar un desastre.

Y curiosamente, el rótulo también explica bastante bien mi proceso de pensamiento. O podríamos decir de “no pensamiento”.

Una breve explicación: Todo lo que yo hago, lo hago para otras personas. No soy un buen trabajador para mí mismo, pero soy mejor que el promedio (al menos) para otros. Usualmente si me piden hacer algo, termino pudiéndolo hacer, aunque no sepa nada de eso al principio. Y esto es por mi proceso de “no cerebro”.

Aunque en mi diferentes pruebas han indicado que no soy un robot, para trabajar actúo como si lo fuera: desconecto mi cerebro y recibo instrucciones. Parece tonto, pero no lo es. A mí no me importa si usted quiere vender sostenes para caballeros, poner un restaurante francés en Quetzaltenango o extraer plata de Jutiapa. Para mí todo es lo mismo: yo no tengo cerebro, uso el suyo. Una vez recibidas las instrucciones, echo a andar mi torno y produzco un resultado. Puede ser que el resultado no le guste, pero es el resultado de verdad. No está influido por lo que yo creo, lo que yo opino o lo que yo pienso. Es la realidad, lo que SU cerebro pidió.

Yo no sé si a muchas personas les guste esto. Creo que no. Creo que la mayoría de personas quisiera ver un torno que con dos instrucciones les saque la Venus de Milo con todo y brazos. Pero la realidad es que los tornos y los robots no estamos hechos para eso.

Una persona a la que admiro mucho me lo decía de otra manera: Yo no le voy a decir qué negocio poner en su terreno. Si usted me dice dónde está su terreno y qué negocio le interesa poner, le puedo decir si ese negocio funcionaría o no allí. Pero no se trata de que yo le diga “ponga un hotel o ponga una ferretería”, porque yo no sé si usted quiere manejar un hotel o una ferretería. Del mismo modo, el torno no sabe si usted quiere sacar la Venus de Milo o un palo de escoba: es usted el que le debe decir a la máquina qué hacer.

Me considero una persona muy inteligente. Y acabo de descubrir que mi mayor inteligencia está en no saber nada. Soy tan tonto como un torno. Pero si usted sabe lo que quiere, puede sacar de mí lo que se le ocurra.

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