Ni las gallinas ponen

Foto de Alison Burrell

Una larga tradición en las agencias de publicidad es la famosa reunión de pendientes que ocurre los lunes en la mañana. Esa reunión debe haber sido inventada por Garfield, pero no el gato, sino el célebre desconocido presidente de los Estados Unidos James A. Garfield, de quien Wikipedia sólo nos puede decir que fue el segundo presidente norteamericano en morir asesinado.

Man cannot live by bread alone; he must have peanut butter. James A. Garfield

De las sepotocientas cuarenta y tres reuniones de pendientes a las que he asistido, se podría decir lo mismo. Neánt de pa, nada de nada. Todo empieza con alguien llamando al orden y mencionando el título de algún oscuro trabajo del que nadie se acuerda y que por supuesto está “pendiente”. Ante tal llamada salta alguien más, usualmente del departamento creativo, a argumentar que “le falta la info”. Acto seguido otra persona, generalmente de cuentas, dice algo como “hoytelapasocuándomelodas” (así, sin pausas ni inflexión), a lo que el creativo experimentado contesta “miércoles”.

Ah, sí, el creativo con experiencia sabe que todo sale el miércoles. Porque es seguro que el ejecutivo no va a pasar la info y que el próximo lunes volverá a mencionar el mismo pendiente. El creativo menos experimentado dirá “no sé ni de qué se trata, cómo querés que te diga cuándo te lo entrego”, a lo que el ejecutivo responderá dando exactamente el mismo discurso que dio la semana pasada (sin la info, of course), mientras todos los demás en la junta sorben un poco de café, remojan la champurrada o comentan con el vecino sus peripecias del fin de semana.

Inmediatamente después del primer pendiente alguien grita “Neext!” (ah, sí, en las agencias se habla mucho inglés) y se repite el proceso entre diez y ochenta veces más, según el tamaño de la agencia. Hasta allí, incluso a mí me gustaría esa prolongada pausa para el café que en el mejor de los casos se extiende hasta el almuerzo. Pero eso no es suficiente.

No importa qué tan larga o corta sea una reunión de pendientes, siempre al final de la misma habrá alguien (usualmente un ejecutivo) que se levantará con la taza de café en la mano y se acercará a un creativo a decirle justamente lo que se le olvidó mencionar en la junta que acaba de terminar “Es que me acaba de llamar el cliente (mentira) y dice que esto sí le urge”. Y así de un plumazo se carga con toda la cuidadosa programación de pendientes para el miércoles.

La realidad es que el trabajo de las agencias no empieza sino hasta después de la junta de pendientes. De mi parte yo preferiría que me dieran la mañana del lunes libre y llegar por la tarde, cuando ya la tabla de pendientes es papel mojado, pero no soy yo quien para modificar el recorrido del Santo Entierro ni para cambiar ninguna otra tradición tan arraigada en el ideario popular.

Me despiertan después del Sabbath, por vida suya. El Colocho.

Pero, mis queridos amigos, nada va a evitar que yo me enerve cada lunes por la mañana y me enfrente con ese 8% de la semana tirado a la basura. Quizás se deba a que yo no odio tanto los lunes como Garfield (el gato), quizás se deba a que de todos los pecados el que más me irrita es la mentira. O quizás es nada más que no traje champurradas. Damn!

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